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La exposición del Gobierno que jalea a ETA justifica asesinar a policías: «No defendían la libertad»

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Paula Baena

La exposición El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español (1868-1976), organizada y sufragada enteramente con dinero público por el Gobierno de Pedro Sánchez, proyecta parte de un documental en el que se justifica que ETA asesinara a policías y guardias civiles porque «no nacieron para defender la libertad».

Se trata de Después de… Segunda parte: Atado y bien atado, un largometraje de 99 minutos de duración, dirigido por Cecilia Bartolomé y José Juan Bartolomé en 1981. Según consta en el portal Filmaffinity, esta producción estuvo «secuestrada por la Administración» hasta 1983 por «la inconveniencia de algunos de los testimonios y la sensación de crispación que transmitía la película».

Precisamente, uno de esos testimonios «inconvenientes» es el que el comisario de esta exposición, Germán Labrador Méndez, ha decidido rescatar en un resumen de menos de cuatro minutos. En él, una señora defiende que la banda terrorista ETA asesine en el País Vasco a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

«En el momento en el que ETA mata a un guardia civil o a un policía, etcétera, la gente no responde porque no se identifica, porque no nacieron para defender la libertad», afirma.

La proyección de parte de este documental, calificado por el fundador de Podemos, Pablo Iglesias, como «el mejor documental político de la historia del cine español», se hace en un televisor colocado justo enfrente de una réplica del coche en el que iba el ex presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco cuando ETA le asesinó en 1973 haciendo estallar una bomba.

Lejos de condenar el crimen, Labrador destaca el «fuerte impacto simbólico» que tuvo porque «aludía al final de una generación de militares que, tras haber impulsado la Guerra Civil y sus crímenes, supo patrimonializar en su favor el mando del Estado».

La exposición únicamente menciona a ETA una vez para señalar que reivindicó el atentado de Carrero Blanco, «cuya escenografía alimentó toda suerte de sombras y fantasías», en su VI Asamblea, pero no vuelve a hacer alusión alguna a la banda terrorista que ha dejado un reguero de 856 muertos en España, a pesar de que la exposición culmina en 1976, cuando ETA ya había asesinado a más de 60 personas. Además, evita aplaudir la Transición española y asegura que «aun 80 años después perduran los efectos de la guerra de 1936 en la sociedad española».

«Si las sombras del conflicto siguen proyectándose sobre el presente es porque también hoy percibimos una discontinuidad radical con el universo anterior a la guerra y sus horizontes de mejoramiento colectivos. La insoportable violencia derivada del golpe de Estado franquista tuvo una doble misión: interrumpió, primero, el laboratorio ciudadano de la Segunda República, pero, además, amparó la fundación de un Estado dictatorial, cuyo legado, ocho décadas más tarde, aún nos interpela», señala la exposición, que exalta la Segunda República, evitando mencionar a ninguna de las 2.624 víctimas mortales que, según el historiador Eduardo González Calleja, dejó la violencia política en las calles durante los primeros años del régimen de 1931 y hasta julio de 1936, cuando fue asesinado Calvo Sotelo por un pistolero de la Motorizada, la escolta del dirigente socialista Indalecio Prieto.

Tras estallar la Guerra Civil y hasta el año 1939, las muertes en la zona republicana alcanzaron las 60.000, según coinciden diferentes investigadores. El socialista Francisco Largo Caballero, el Lenin español, presidente del Consejo de Ministros entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, fue responsable directo del Terror Rojo en el Madrid republicano.

«Las utopías educativas y organizativas y los sueños de justicia que sostienen los proyectos de la Segunda República chocan con la militarización del Estado y con la continuidad entre un nacionalismo católico de matriz autoritaria y el auge internacional de los fascismos, siempre en defensa de la estructura jerárquica de la propiedad y contra los fantasmas de la revolución social que, por entonces, aún recorrían Europa», afirma la muestra, que puede verse hasta el próximo 23 de julio en la sala de exposiciones La Arquería, en Nuevos Ministerios.

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